El final de la vida implica confrontarse permanentemente con la muerte y con múltiples pérdidas como la familia, el trabajo, la independencia y la autoimagen.
Aunque muchas personas logran adaptarse a este proceso, ocurre también que los síntomas se prolonguen e intensifiquen, dificultándolo y convirtiéndolo así en un cuadro clínico de depresión que ante la inminencia de la muerte se agudizan.
Se sugiere tener en cuenta la variación temporal del estado de ánimo y su progreso en el tiempo, las referencias hacia una autoimagen negativa, la presencia de anhedonia, de desesperanza, una pobre respuesta al apoyo recibido, agitación y deseos de acelerar la muerte.
Aunque no todos los pacientes son candidatos a psicoterapia, debido a que cuentan con el apoyo familiar, del equipo de salud y de sus propios recursos, algunos necesitan ayuda profesional. La depresión influye en la calidad de vida y a pesar de que algunos la consideren adaptativa frente al diagnóstico, no puede subestimarse.
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